
Descripción de La ilusión de la democracia 1i704e
La democracia es un sistema político que tiene como meta la igualdad de oportunidades y el bienestar universal, algo así como un ascensor social donde todos aspiramos a mejorar nuestra condición propia y la de los nuestros. Partiendo de este principio y para que nadie nos tache de autoritarios y despotas, hemos inventado conceptos y trampas para vivir engañados, sin ser conscientes de que lo somos. La letra de una antigua canción del grupo musical Aragonés La Bullionera decía que esto ya es la democracia. Ahora casi no nos mienten, ahora solo nos engañan. Y algo de razón tenían. Pocamos por ejemplo la búsqueda de empleo de un chaval o chavala con edad de trabajar, que ha terminado unos estudios y necesita buscar un futuro profesional. Ahora muchas empresas se han metido en los centros educativos y hacen campaña de las bondades de la utilidad, del estudiar lo que ellos quieren y los beneficios económicos que comportan. Sus consignas son fáciles de comprender y extraordinariamente atractivas, mentorías, becarios, trabajo asegurado, formación propia, posibilidades de ascenso y también de proyección profesional. Así un chaval que tiene intenciones más, digamos, intelectuales o de pensamiento sacrifica sus intereses legítimos a cambio de sueldo asegurado en 14 pagas y el alivio de la incertidumbre. Lo que no se ve es que estamos creando nuevos engremios a la antigua usanza medieval, donde los nobles necesitaban de artesanos, de albañiles y de costureros, para seguir manteniendo su estatus, necesitamos pues esa sociedad estratizada donde cada cual esté en su sitio y no se cuestione su propio futuro, 4y5v
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
La democracia es un sistema político que tiene como meta la igualdad de oportunidades
y el bienestar universal.
Algo así como un ascensor social donde todos aspiramos a mejorar nuestra condición propia
y la de los nuestros.
Partiendo de este principio y para que nadie nos tache de autoritarios y déspotas hemos
inventado conceptos y trampas para vivir engañados sin ser conscientes de que lo somos.
La letra de una antigua canción del grupo musical aragonés La Bullionera decía que
esto ya es la democracia, ahora casi no nos mienten, ahora solo nos engañan.
Y algo de razón tenían.
Pongamos por ejemplo la búsqueda de empleo de un chaval o chavala con edad de trabajar
que ha terminado unos estudios y necesita buscar un futuro profesional.
Ahora muchas empresas se han metido en los centros educativos y hacen campaña de las
bondades de la utilidad, del estudiar lo que ellos quieren y los beneficios económicos
que comporta.
Sus consignas son fáciles de comprender y extraordinariamente atractivas.
Mentorías, becarios, trabajo asegurado, formación propia, posibilidades de ascenso
y también de proyección profesional.
Así un chaval que tiene intenciones más, digamos, intelectuales o de pensamiento sacrifica
sus intereses legítimos a cambio de sueldo asegurado en 14 pagas y el alivio de la incertidumbre.
Lo que no se ve es que estamos creando nuevos engremios a la antigua usanza medieval, donde
los nobles necesitaban de artesanos, de albañiles y de costureros para seguir manteniendo su
estatus.
Necesitamos pues esa sociedad estratizada donde cada cual esté en su sitio y no se
cuestione su propio futuro.
Así se crea la ilusión de progreso y la manía de compararnos siempre con los que están mucho
peor.
También esta democracia necesita gleba, esos seres que hacen los trabajos que no quiere
nadie y que esclavizan con la nueva droga del agradecimiento y del no ser pasto del hambre
y la guerra.
Nosotros, los magnánimos, los pertenecientes a la nueva nobleza, los de las casas modernas
de la informática y de la aldea global común y estratosférica necesitamos mulas de carga,
regiones de sirvientes a bajo coste para que podamos florecer en los mercados y en
las bolsas macroeconómicas.
Hemos inventado pues el nuevo sistema de gobierno perfecto, el orden mundial incuestionable
y que, por fin, ha puesto la felicidad al alcance de todos.
Esa felicidad que se llama aquiescencia y aceptación de lo que hay porque no puede
haber nada mejor.
Aceptar tu propia condición es el primer síntoma de rendición, por eso hay que trabajar
en las escuelas, en los barrios y en las comunidades para que cada cual esté donde debe.
Nadie debe cuestionar que no hay otra forma de organización que el egoísmo y la propiedad,
el reparte injusto y su complementario, la caridad.
La nueva organización social teocrática, donde la cima ya no es un dios inclemente
o bondadoso, sino el dólar, el euro o la deuda externa.
Y si protestas, cuestionas o te rebelas, para eso están las nuevas cruzadas, las guerras
tácticas y las crisis económicas inventadas.
Ya procuraremos los demócratas que los sueños sean sólo para iluminados, a los que podamos
investigar, hundir y desprestigiar para quitarles las ganas a los seguidores de la justicia
social.
Convertiremos pues la disidencia en doctrina de falsos profetas, frente a las bendiciones
de la supuesta democracia, la única verdad incuestionable, a pesar de los muertos que
dejen el camino, de los libros de autoayuda y de las maldiciones peligrosas que la ponen
en peligro.
No vaya a ser que si probamos otros sistemas y organizaciones se nos caiga el negocio y
seamos todos, de verdad, iguales, libres y solidarios.
Comentarios de La ilusión de la democracia 6e611g