El Horror siempre viene desde el sótano - Parte 1 de 2 VAMPIROS r6i49

El horror siempre viene desde el sótano.

Bienvenido.

Empujé la puerta que estaba entreabierta y una voz gutural, lejana, me invitó a entrar.

El individuo, mi futuro casero, se encontraba en la estancia del final del pasillo y salía de ésta avanzando lentamente en una penumbra carente de sentido.

Eran las doce del mediodía y un sol radiante primaveral lucía sin interpuestos nubosos.

Todas las persianas de la casa parecían estar bajadas.

La luz de unas velas rellenaban algunos lugares distantes.

Yo permanecía indeciso y quizá un tanto bloqueado bajo el marco de la puerta, contemplando la oscura figura que avanzaba con su malentitud hacia mí.

No se preocupe, hemos tenido una avería en el suministro eléctrico, pero pronto estará arreglado.

Le esperábamos.

Lucy ha abierto la puerta en cuanto le ha visto por la ventana.

¿Lucy? Estúpidamente pregunté.

Lucy, sí, rápida como es ella se ha marchado a la tienda a comprar más velas.

Yo no había visto salir a nadie de la casa.

Seguramente hasta mañana no tengamos corriente.

Espero que eso no sea un impedimento para su estancia en esta casa.

Mi hogar.

Tenebroso hogar desde luego, me dije.

Su aspecto y personalidad se llenaban de luz a medio pasillo.

La única que entraba en la casa era la procedente de la entrada en la que aún me encontraba sin dar un solo paso.

No por haberse deshecho de la oscuridad se convertía en un ser menos siniestro.

Era un tipo enjuto, de pálida tez, ojos pequeños y cuencas grandes.

Ocultos tras sus arrugas existían recovecos de ángulos imposibles, tan recónditos que las más negras sombras nunca escaparían.

Caminaba con claros impedimentos físicos, y mientras hablaba con su potente voz, de forma simultánea, lanzaba cortos pero reconocibles gemidos, seguramente inevitables, a mi entender, por los dolores reumáticos que sin duda padecía.

Solamente necesitaré la habitación por un par de semanas, dije avanzando una distancia.

Por cierto, ¿la ha visto? Ya en la entrada y muy cerca de mí, tanto que su fétido aliento me hizo lagrimar, señalaba a través de la puerta hacia una elevación, la montaña donde se encontraba la célebre y exclusiva escuela experimental.

Sesenta privilegiados, incluyéndome, nos disponíamos a realizar un máster sobre regeneración celular y su aplicación neuronal.

La escuela había sufrido un incendio recientemente, y el que iba a ser mi cuarto se había visto afectado, hasta que no fuese de nuevo acondicionado, no podría alojarme en la escuela, la escuela de medicina se encuentra a unos dos kilómetros, sí, pero puesta arriba, pensé, podrá ir caminando, aunque no tendré problema en llevarle con mi auto, si así lo prefiere, dijo rodeándome con su brazo derecho, apoyándose casi por completo sobre mí, y empujándome con una verdadera fuerza creciente, para entrar de una vez por todas, a la tétrica casa.

Apenas me tuvo en el interior, se volvió y cerró la puerta con notable violencia, tras este arrebato desaparecimos, pues la oscuridad nos hacía invisibles, continuamos avanzando con el horizonte fijado, hacia la escasa luz, de unas velas que iluminaban tímidamente la estancia al final del pasillo.