Homilía 30 de abril de 2025 1w3ad

El Señor esté con vosotros.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado.

El que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Este es el juicio, que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.

Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor.

Mientras me preparaba para la Eucaristía, adorando al Señor con el Santísimo Sacramento, pues me han venido a la mente todos los papas que yo he conocido, que son siete.

He conocido a Pío XII, después a Juan XXIII, después a Pablo VI, después a Juan Pablo I, después a Juan Pablo II, después a Benedicto XVI y después al Papa Francisco.

Y me he acordado también de los nombres de cada uno de ellos, Eugenio, Ángelo Giuseppe, Giovanni Battista, Albino, Caro, Josep, Jorge Mario.

Y la primera impresión que he tenido es que no se parecen en nada, que son muy distintos.

Y es que, efectivamente, cada uno de ellos ha tenido un padre y una madre únicos, ha tenido una carga genética, ha tenido una familia en la que ha crecido, unos estudios que ha hecho, una nación, una lengua, una cultura, y todo eso les ha marcado.

Y, por lo tanto, es verdad, son distintos, no se parecen en nada. Si tuviera que buscar un parecido entre los siete, no encuentro ninguno. Y eso hace que a nosotros un papa nos pueda caer mejor que otro, que podamos conectar más fácilmente con uno que con otro, porque también nosotros somos hijos de nuestro padre, de nuestra madre, de una familia, de una cultura, de una nación, de una lengua. Y, en ese sentido, me he acordado de San Juan Bosco.

San Juan Bosco vivió una época difícil, bueno, todas las épocas son difíciles, ¿verdad?, y conoció varios papas, y hubo uno, no me acuerdo cuál era, que les gustaba mucho a los enemigos de la Iglesia, a las sociedades secretas que había en el Piemonte. Y, entonces, esas sociedades secretas salían a la calle, enviaban a sus adeptos a gritar ¡Viva! y decían el nombre del papa. Y San Juan Bosco, que tenía en su oratorio pues a 300, 400, 500 jóvenes, un disparate de jóvenes, los cogió a todos y les dijo, id por la ciudad, pero no gritéis ¡Viva fulano de tal! Gritad ¡Viva el papa! Sea quien sea. ¡Viva el papa! El sentido espiritual.