Hombro con Hombro 28-03-25 (Tertulia de veteranos sobre la tamborada) 750

Nombro 2025. Hoy tenemos una tertulia de lujo para recordar un montón de cosas, fundamentalmente tambores, pero vamos a hablar de Semana Santa con tres buenos amigos, veteranos, que nos van a ayudar a recordar cosas que van a sorprender a muchos, a pesar de que pensamos que todo ha estado estable a lo largo del tiempo, van a sorprender a mucha gente, seguro. Francisco Clemente Fran, buenos días. Muy buenos días, vamos a ver si consigo escucharte. Fran, buenos días ahora. Buenos días. Ahora sí, te escucho perfectamente. Antonio Jiménez Ortiz, buenos días. Muy buenos días. ¿Cómo va todo, Antonio? Bueno, vamos a hablar de tambores. Estamos esperando a un tercer invitado que viene volando, nunca mejor dicho, y que enseguida les vamos a presentar.

Bueno, se cumplen el año que viene 50 años de las 104 horas. Fran, ¿habrá quien piense que las 104 horas están aquí desde la noche de los tiempos y no es así? Pues no, señor, no es así. Hace ya bastante tiempo. 50 años. ¿Hasta dónde podemos remontarnos en tus primeros años tamborileros, tus primeros recuerdos tamborileros? Bueno, yo no sé, posiblemente sorprendan a mucha gente, porque mi infancia fue bastante rara en el aspecto de la Semana Santa, porque yo lo que más recuerdo de la Semana Santa es que vi el entierro, el sepulcro, y salí corriendo porque me asusté. Eso es lo más antiguo que tengo. En mi casa no había tambor. Mi padre era músico desde los nueve años, y mi padre no se preocupaba y yo no tuve tambor.

Si tuve alguno es porque me lo dejaban o no sé. Sin embargo, sí que tenía una ambición por el tambor enorme, porque yo nací en la calle Las Peñas y enfrente vivían los calañas, Antonio y Pepe, y ellos sí tenían tambor. Y yo me acuerdo que cuando se descuidaba se lo quitaba y empezaba a tocar. Pero el primer tambor que tuve fue, pues yo creo que fue cuando gané yo alguna perrica, y me lo hice yo, que me lo hice a escalchas, José y Coco en par de escalchas. Aquellos años en los que te asustaste, y son muchos los niños que se asustan al ver pasar no nuestra procesión, sino muchas procesiones, porque realmente pues lo que se representa pues es tremendo, ¿no? Aquellos años estamos en los 50, Fran, ¿no? 50, más o menos.

Es que además tengo una cosa curiosa, y es que, como te he dicho, no tenía tambor, pero aparte de no tener tambor era delicado, no me gustaba un tambor normal y cordero, era el de metal, que es lo que entonces se pretendía. Y en la cuadrilla de trabajadores que iban con mi padre en el cáñamo, había una persona que ya murió también, que tenía un tambor de metal, se llamaba Juan, y mi padre un viernes alto, pues, pensando que su hijo, en fin, se lo pidió. Me lo subí al calvario, y en el calvario se me rompió. Bajé llorando, mi madre enfadada, ahora qué iba a decir este muchacho, y es otra de las cosas que tenía en la mente, y estaba deseando, digo, el primer duro que gane, tambor de metal, y así fue. Bueno, es que, sí, sí, cuenta, dime, dime. No, no, no, es que ahora sí, es que ahora sí.

Sí, Antonio, es que cuando se rompía una piel en aquellos años, eso era un drama total, ¿no? Y gordo, era un drama y gordo, porque había que desarmarlo todo el tambor, no llevaba torretas, y entonces, claro, había que quitar los tornillos, el largo de arriba...