EXPEDIENTE EXPRESS #19: Los Dyson | Sangre, dinero y sexo 731y2c

Estás escuchando los Expedientes Express de Investigadictos, con Nacho Jiménez.

Es la noche de Halloween de 1984, una jornada que transcurre de manera totalmente normal para todos, menos para Mel Dyson. Este consultor financiero de 30 años decide quedarse trabajando hasta tarde en su oficina de Huntington Beach, California. Su vida es la viva imagen del éxito. Trabaja sin descanso, conduce coches deportivos y vive en un exclusivo triplex dentro de un complejo residencial cerrado en Huntington Harbor. Su vida personal es ya otro tema.

Su mujer, Dixie Dyson, trabaja en Los Ángeles, y aunque solo les separan unos 40 kilómetros, el tráfico infernal de la zona convierte este trayecto diario en una odisea imposible. Por eso, entre semana, decide dormir con su hijo de 7 años en casa de la madre de Mel, en Carson, y solo se trasladan al piso de Huntington Beach los fines de semana. Esta dinámica, sin embargo, es bastante reciente. Durante años, Mel y Dixie han tenido altibajos de todo tipo.

Rupturas, reconciliaciones, promesas… No ha sido fácil, todo se ha dicho. Pero últimamente han decidido volver a intentarlo. Poco a poco, sin agobiarse.

Llevan casi una década juntos, tienen un hijo en común, pero nunca han llegado a formalizar su relación legalmente. En la California de los 80 no existe todavía el matrimonio de hecho, pero ellos se consideran marido y mujer, hasta el punto que Dixie incluso ha adoptado su apellido. Aunque ella le saca 10 años, esta diferencia nunca ha sido un obstáculo.

El problema reside más bien en sus naturalezas, en sus formas de ser. Él es reservado, ella explosiva. Y durante un tiempo parecen inseparables, parece que estas diferencias no importan. Pero poco a poco la relación entra en un bucle de rupturas y reconciliaciones.

Hasta que finalmente llega la gran tormenta, una de las gordas. Durante cuatro años la relación se vuelve inestable. Hay distanciamientos, regresos, nuevas separaciones… En una de estas idas y venidas, Dixie se lleva al niño al condado de San Diego. En este momento la relación viene y va, va y viene, una y otra vez. Hasta que en octubre de 1984, ya más cansados de esta dinámica que de sus propias diferencias, deciden darse otra oportunidad. Básicamente por el bien del niño. Cuando Abel regresa a casa esta noche de Halloween se encuentra con una escena de pesadilla.

Y no, no me refiero a la típica decoración temática de Halloween tan propia de los estadounidenses. Lo cierto es que han saqueado el piso. El complejo cuenta con vigilancia y una entrada custodiada por una garita de seguridad, pero por lo visto nada de esto ha impedido que se cuelen. Todo está patas arriba. Cajones abiertos, ropa esparcida, cuadros por el suelo, muebles volcados. Faltan dos relojes, un tal horario de cheques y unos 300 dólares en efectivo. La policía por su parte no encuentra señales de que hayan forzado la entrada.

El guardia tampoco ha registrado ningún visitante no autorizado. Es cierto que hay una mosquitera rota en una de las ventanas del tercer piso, pero nadie en su sano juicio puede imaginarse a un ladrón trepando hasta ahí, sin ser visto al menos. Parece todo un extraño rompecabezas sin lógica aparente, pero en realidad de lo que se trata es de un precedente.

Dos semanas más tarde, el sábado 17 de noviembre, Dixie pasa el día de su muerte.