Evolución 4v6d14

Audio relatos de J.M. Núñez Retortillo.

Evolución.

A finales del siglo XXI, el proceso globalista estaba casi concluido.

Las grandes corporaciones se habían hecho con el control de gran parte del planeta gracias a la extorsión propiciada por el desorbitado endeudamiento de medio mundo.

La deudocracia convirtió a los países más antiguos en meros protectorados de las élites.

Por su parte, siempre dispuestos a agradarlas para continuar recibiendo su droga monetaria.

Quien no se plegaba a sus políticas perecía engullido por la anunciada quiebra total del Estado.

Este proceso de conquista y sumisión fue conocido en su momento como el Nuevo Orden Mundial.

De todos era sabido que los globalistas, como fieles seguidores de las teorías maltusianas, consideraban que la población estaba descontrolada.

Demasiados individuos para tan pocos recursos.

Pero tenían que enfrentarse al dilema moral que suponía reducirla.

Y ahí surgieron las primeras discrepancias.

Tras largas deliberaciones, decidieron afrontar la disminución desde una perspectiva a medio plazo, acorde al desarrollo de las tecnologías necesarias para sus propósitos.

Así, extendieron por todo el planeta un virus de laboratorio, cuya finalidad única consistía en la esterilización definitiva de todos los seres humanos.

Con ello conseguirían que en dos o tres generaciones desapareciera cualquier forma natural de alumbramiento.

La naturaleza y la cualidad finita de la vida se ocuparían de aminorar el trabajo.

Con este proceder, se aseguraron además de que el bloque oriental no tuviera más remedio que hacer seguidismo de sus políticas, ya que de otra manera se verían abocados inevitablemente a la extinción.

Pero, ¿no era la propagación del virus una manera de autoeliminarse a largo plazo? Lo hubiera sido de no haber tenido un as bajo la manga.

El siguiente paso lo marcaba la evolución fijada en los conceptos filosóficos del transhumanismo.

Por fin era posible trasladar nuestra esencia completa a una carcasa de aleaciones ligeras y metal, y abandonar la fragilidad de nuestros cuerpos carnales para siempre.

Esto nos convertía, en la práctica, en seres inmortales autorreparables, por lo que ya no necesitaríamos nunca más aumentar la población para perpetuarnos.

Definitivamente, no había vuelta atrás.

Aunque existían aún los bancos de esperma y los de óvulos, no serían suficientes para mantener el crecimiento demográfico en niveles aceptables, mucho menos si la amenaza de propagación voluntaria del virus seguía patente, de manera que el orbe entero se plegó al nuevo orden mundial a cambio de destruir sus bancos de… vida.

Por supuesto, no todos los seres humanos iban a tener el privilegio de convertirse en seres inmortales.

A consecuencia de ello, se produjo un refinado proceso de selección con tintes eugenésicos que no terminó de agradar a gran parte de los partidarios de las tesis globalistas, incluida una facción reducida de las propias élites.

Sin embargo, el camino tenía un único sentido, el de ida.

El de vuelta lo había sepultado el virus.

A lo largo del siglo XXII, el ser humano primitivo se había extinguido.

Solo quedaba en el planeta una élite seleccionada de unos 3.000 millones de individuos conviviendo en una falsa armonía.

Falsa armonía, en efecto.

Los descontentos habían tenido muchos años para organizarse.

Primero decodificaron el genoma del virus esterilizador y generaron una vacuna efectiva y permanente.

Después, en secreto, llevaron a cabo la construcción de laboratorios donde gestaban a humanos de carne y hueso en úteros artificiales mediante las células embrionarias que habían conseguido salvar de la quema.

Estas granjas de seres humanos se habían convertido en un lugar de trabajo.