
MONTARAZ, Capítulo Cuarto, por Umbriel Korvo 23g4
Descripción de MONTARAZ, Capítulo Cuarto, por Umbriel Korvo 40675d
¡Hay sedición, traiciones, tortura y muerte! Los seres más poderosos de Kad Anaam descubren la existencia de Ian Montparnasse mientras éste recorre regiones desconocidas de ese extraño mundo, donde lo esperan sucesos perturbadores. ¿Terroríficos Saludos! 2at3v
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Montaraz por Umbriel Corvo capítulo 4 Ian Montparnasse no estaba pasando por su mejor momento, llevaban más de 10 días de viaje hacia las montañas pero no tenía la vista más que una gran planicie yerma y lo que parecía el lecho seco de un río. Ian Saccoury había dicho que sus expectativas eran algo erróneas pero nada más, el grupo se detenía cada 10 horas aproximadamente para comer y descansar envueltos en mantas coriáceas y manteniendo la guardia por los omnipresentes oniartas que a veces aparecían intempestivamente descendiendo desde lo alto.
Durante la marcha todo era silencio excepto por la anciana que no paraba de hacer consideraciones acerca de todo. La mujer cuyo nombre era Tarkhosa tenía una resistencia y vigor excepcionales y además era la principal fuente de conocimientos prácticos de la tribu del pez. He oído de tu mundo Montaraz, mis mayores hablaban de él, es muy raro, tienen sólo una raza imperante y se la pasan robándose las cosas y además comparado con Kadanam es pequeño, muy pequeño.
Montaraz tomó nota mental de ello, se preguntó cuáles serían las dimensiones de ese lugar infernal sin sol y repleto de toda clase de monstruosidades, repentinamente Janzakur se detuvo acuclillándose para levantar una brisna de polvo y luego dejándola caer. Hemos llegado, Montaraz sorprendido miró a su alrededor. ¿Y dónde están las montañas? Tarkhosa lo miró con una mezcla de pena y simpatía, señaló hacia la aplastada línea del horizonte. Ya vienen, casi llegan.
Junto a las altas murallas era un ejército inmenso el que se estaba apostando, realmente podían contarse por miles, erizados de lanzas, picas y venados, gruesas armaduras y escudos, masas y otras armas exóticas que respondían a la forma y variedades de especies que seguían reuniéndose en caótica formación. Había seres de aspecto mamiferoide, artrópodos de tórax segmentado, civilinos serpentiformes, grandes animales acorazados que se abrían paso con extrema lentitud acompañando a otras criaturas de aspecto escorpiónido. Había humanoides de gran talla y aspecto feroz que no dejaban de gritar y bestias membranosas y emplumadas en gran número que sobrevolaban las torres y el gran arco de piedra.
En el interior de la gran estancia abovedada, haciendo girar descomunales grimorios a su alrededor, emitiendo brillos radioactivos con sus manos, el poderoso Gorsalestras leía.
Parecía sumido en un estado de abstracción profunda, pero no era así. Su mente desarrollaba a un nivel de elevación. Percebía todo lo que ocurría más allá de las murallas. A su alrededor, sin denotar la menor inquietud, unas formas de conformación irregular, compuestos por plasma y algunas partículas sólidas de hueso, se le aproximaron lentamente, fluyendo por las paredes.
Ya se han reunido todos, su magnitud. Gorsalestras
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