El Empecinado. Episodio 4. La Respuesta del pueblo. 2e4e2v

Más viejo que el escurridizo. Historias de Roa y su alfoz.

Tras su encuentro en Valladolid con el general Cuesta, el empecinado prosigue su causa por tierras ribereñas, desde la sierra hasta Valladolid.

En esto se le une una partida recién formada por Mariano Fuentes, hijo de un labrador acomodado de Tudela de Duero, que, como muchas otras que se forman en toda España, mantiene a sus expensas.

Cuentan las crónicas que, entre mayo y junio, la partida del empecinado causa a los ses más de 800 bajas entre muertos y heridos.

Además, en ese tiempo hace prisioneros a más de 900 soldados ses.

En estas estamos cuando el empecinado se entera de que el general francés Lasalle ha incendiado y saqueado Torquemada.

Ha tomado Palencia sin resistencia y se dirige a Valladolid.

Cabalga hasta esta ciudad y se pone a disposición del general Cuesta, tomando parte el día 12 de junio en la derrota de Cabezón.

Cuando los ses entran en Valladolid, Juan Martín sale con precaución de la ciudad, pasa el Puente Mayor y llega a la cuesta de la Maruquesa.

Allí conoce al posadero, que le mezcla con unos arriegos y logra huir.

El día 7 de junio La Gaceta publicó esta servil carta de la Junta Suprema, que en ausencia de Fernando VII detentaba el poder ejecutivo y legislativo.

Condescendiendo su majestad imperial y real con los deseos manifestados por la Junta de Gobierno, por el Consejo de Castilla, por la Villa de Madrid y por diferentes cuerpos civiles y militares del Estado, de que entre los príncipes de su imperial y real familia fuese designado para rey de España su hermano el rey de Nápoles, José Napoleón.

Ha tenido a bien hacer a su majestad un expreso manifestándole esto mismo.

Desde Bayona, donde residen los grandes de España, publican este sonrojante y deshonroso comunicado con motivo de la proclamación de José I como rey de España.

Los españoles esperan todos la felicidad del reinado de vuestra majestad.

La presencia de vuestra real persona en España se espera con ansía.

Señor, los grandes de España de todos los tiempos han sido distinguidos por su fidelidad para con sus soberanos.

Vuestra majestad hallará en ellos esa misma fidelidad y la afección a su real persona.

Por si faltaba algo, ahí va la carta que como modelo de cobardía y para vergüenza de todos los españoles le dirige el mismísimo Fernando VII.

Ruego a vuestra majestad católica acepte el juramento que le presto, así como el de los españoles que están conmigo.

Entretanto, ante el fervor patriótico, se forman las juntas que aglutinan a ricos y pobres, labriegos y nobles, jóvenes y viejos, sin distinción de clase y que funcionan como entes autónomos, pues se carece de instrumento coordinador.

Los alistamientos prosiguen con entusiasmo.

¿Qué has alistado ya, Pedro? Ayer estuvimos los chicos y yo. Espero que nos manden juntos.

He oído que don Felipe se hace de rogar.

Ya se sabe estos riquillos. Como el aldeano, tirar piedra, esconder mano.

Pues que vaya espabilando, que en la plaza del mercado esta mañana estaban levantando una horca para los que se llamen andanas.

Nadie puede quedar al margen, son riesgo de ser tachado de traidor y ahorcado.

Todo al grito de ¡Mueran los ses! ¡Viva Fernando VII!