"El Cristo Prendido de Ignacio Pinazo" (El Liberal, 14 de abril de 1929) 1k303u

Triste en Getsemaní, Jesús oraba. Un viento frío sopla, impetuoso, semejando un lamento quejumbroso, y la pálida luna no brillaba.

El momento fatal se aproximaba, del suplicio sangriento y horroroso.

Mas lo espera, paciente y amoroso, que lo besaba.

Prendido es, con crueldad inhumana, por la furiosa turba pretoriana.

Y al ser, con tosca cuerda maniatado, y con burla soez escarnecido, del mártir el destino se ha cumplido, porque la redención ha comenzado.

A Jesús Prendido, Rafael Soria.

Radio Jumilla presenta...

¿De dónde vienen las musas del Losao? El Cristo Prendido de Ignacio Pinazo.

Un artículo de Antonio Martínez Avellán, Fielman, nacido en 1888 y asesinado en junio de 1939, poco después de acabar la guerra civil.

Sobre el primer Cristo Prendido que realizó Pinazo en 1929, destruido en la guerra.

El que conocemos hoy, y protagonista del cartel de la Semana Santa de este año, lo talló en 1951.

Debo declarar mi incompetencia en temas de arte escultórico.

Es conveniente que nadie abrigue la menor duda acerca de esta verdad.

Y si yo me atrevo a escribir sobre algo que declaro no entender, ¿qué es lo que me propongo? Sencillamente, exponer en monólogo lo que de buena gana habría esplanado en diálogo con Pinazo el escultor, para lo cual faltó ocasión propicia y disposición en él y en mí.

Hablaré del tema general del arte.

Y si de mis divagaciones se obtiene alguna luz que irradie hasta el estadio particular de la escultura, será buena prueba del interés con que abordo el asunto y de la claridad que persigo al desarrollarlo.

Todo el mundo tiene derecho a opinar sobre arte.

Que el arte es función de notoria publicidad y social alcance.

Que todas las opiniones no tienen el mismo valor, cosa cierta es, mas no lo es menos que no hay ninguna absolutamente despreciable.

Si la verdad, lo mismo en arte que en filosofía, no es de nadie, es porque es de todos.

Las más rigurosas exigencias, los veredictos más severos en relación con las obras artísticas, se levantan en la conciencia del artista creador, nunca plenamente satisfecho de la plasmación de su ideal.

¿Qué padre no anhela para su íntimo contento, para su orgullo de genitor, el hijo más sano y hermoso? Pero no debe olvidarse que un hijo no es solo forma, es también contenido, es virtualidad.

Así el arte, que comprende la apariencia y el concepto, reproducir e interpretar.

Trátese de figuras, que por la magnitud de su influjo humano, parecen avenerse más con los prestigios de la leyenda, y entonces el elemento interpretativo domina en la obra artística.

El criterio del artista reclama ilimitados fueros, tan ilimitados como sus trascendentes visiones, su fantasía creadora, más allá de todo hecho y de toda realidad.

La obra así producida tiene siempre muy alta y legítima justificación, no quiere esto decir que no pueda discutirse.

La gente es poco meditadora, poquísimo reflexiva y no entiende que el arte, cuando se produce en nuevas orientaciones, en firmes pero diferentes criterios a los ya aceptados por una larga vigencia, es siempre una dura prueba, una imposición.

Y la gente se revela, protesta del esfuerzo que se le exige.

Es el tiempo quien se encarga de verificar la adecuación que espontáneamente en arte jamás se produce.

¿A qué citar ejemplos? Cualquier nuevo mensaje que el arte ha traído a la humanidad ha sido desatendido, rechazado, vilipendiado.

Pinazo ha tallado un Cristo que cada día será objeto de mayor iración.

Y no digo devoción en sentido específico religioso, porque la fe devota de los fieles no está comúnmente en relación directa con el mérito artístico de la obra, objeto de esa devoción.

Hablo de la iración en sentido estético y general.

Posee la talla de Ignacio Pinazo, con la cual el artista se ha convertido en un artista.