EEDLT (03x34) - El Vampiro de Londres - El Enigma del Número 137 5m1u67

Bienvenidos al Ejército de los Tristes, podcast dirigido y presentado por Alberto Rojo.

Muy buenas a todos, mis queridos soldados mecenas, y bienvenidos una semana más a un nuevo programa del Ejército de los Tristes. Muchas gracias por vuestros apoyos. Algunos prefieren mirar hacia otro lado, otros callan. Nosotros, en cambio, elegimos escuchar. En cada sombra hay una historia, en cada historia una herida que aún late.

No prometemos respuestas ni finales justos, solo la verdad, tal como arde, tal como pesa. Bienvenido al Ejército de los Tristes, donde las historias olvidadas encuentran su voz. En el programa de hoy, como suele ser habitual, vamos a comenzar con uno de esos personajes oscuros que tanto nos intrigan. Comenzamos.

Olive llegó a un almacén en Crowley, al sur de Londres, para reunirse con un posible inversor.

Quería conocer la viabilidad de su último invento y si este podría convertirse en un prospero negocio. La había citado George Haig, un amable ingeniero al que conocía por residir en su mismo hotel y que se había mostrado muy interesado en su creación. Sin embargo, el hombre tenía otras intenciones más oscuras.

Aprovechando un momento de distracción, Haig disparó en la nuca de Olive y, una vez muerta, la despojó de su abrigo y de todas las joyas, le cortó el cuello para beber parte de su sangre e introdujo su cuerpo en un bidón con ácido sulfúrico. Tras el baño, el vampiro de Londres arrojó los despojos de la viuda en la parte trasera del taller y prosiguió con su rutina. Era su sexta víctima.

John George Haig nació el 24 de julio de 1909 en Stanford, en el condado inglés de Lincolnside, aunque se crió al norte de Wakefield, en el seno de una familia extremadamente conservadora y religiosa. Sus padres, Alfred y Emily, pertenecían a la secta protestante de los hermanos de Plymouth y educaron al pequeño en una atmósfera de fanatismo religioso y la venganza de Dios se desencadenaba sobre mi cabeza por cualquier pequeño pecado, describiría el propio Haig años después.

Por otro lado, la madre predecía el futuro mediante la interpretación de los sueños, lo que llevó a su hijo a obsesionarse con el tema y a no querer relacionarse con nadie. Haig era un muchacho solitario, sin amigos, sin compañeros y completamente marginado en la escuela. En plena adolescencia, su participación en el coro de la Catedral de Wakefield propició que Haig tuviese pesadillas recurrentes con sangre.

Veía la cabeza o el cuerpo entero de Cristo manando sangre de sus heridas, aseguraba. En el sueño, el líquido terminaba en una copa mientras una voz le decía, bebe.