El cuarto mandamiento (1942) ORSON WELLES / DOLORES COSTELLO / JOSEPH COTTEN / Drama / Cine Clásico 3n1r4x

La magnificencia de los Ambersons comenzó en 1873.

Su esplendor perduró a todo lo largo de los años en que vieron sus tierras extenderse y llegar a convertirse en una ciudad.

Durante los primeros años de este periodo, mientras las fiestas y los bailes distraían a las mujeres, se veían hombres de todas edades, para quienes un sombrero significaba simplemente una cosa muy alta y rígida de seda llamada con insolencia un tubo de chimenea.

Pero el terrible virus del sombrero hongo había hecho su aparición.

Una temporada con la copa en forma de cubo, a la siguiente había de semejarse a una cuchara.

Todas las casas tenían un armarito para las botas, pero los elegantes zapatos y los elegantes botines vinieron a ocupar su puesto.

Y estos también cambiaban según la moda, unas veces con la puntera achatada y otras veces afilada como la proa de un barco.

Los pantalones con un pliegue se consideraban plebellos, se veía que habían estado colgados de una estantería y por lo tanto comprados hechos.

Con el traje de etiqueta, un gentleman usaba un abrigo color canela, tan corto que los faldones del frac podían verse unas 5 pulgadas por debajo del abriguito.

Pero después de una estación o dos, el abrigo se alargó hasta rozar los talones y llegó a sobrepasar el largo de los pantalones.

Por aquellos días, sobraba tiempo para todo.

Tiempo para patinar en trineo, para bailes, para asambleas y para cotilleos, y para celebrar las fiestas del año nuevo.

En una noche de verano, los jóvenes llevarían una orquesta a dar una serenata al pie de la ventana de una muchacha bonita.

Y la flauta, el arpa, los violines, el violonchelo, el cornetín y el contrabajo dejaban oír sus melodías a la luz de las estrellas.

Detrás de una cortina y al fondo, todo el esplendor de Los Ambersons, semejante a una banda de oro, en un ataúd.

Ahí lo tenéis.

La mansión de Los Ambersons.

El orgullo de la ciudad.

Sí, señor.

60.000 dólares solo por la obra de carpintería.

Agua corriente, caliente y fría.

Arriba y abajo.

Y lavabos fijos en todos los dormitorios de la casa.

¿Está en casa la señorita Ambersons? No, señor Morgan, la señorita Ambersons no está en casa.

Gracias, Sam.

No, señor, la señorita Ambersons no está en casa para usted, señor Morgan.

Gracias.

Creo que sigue loca por él.

¿Quién? La señorita Isabel, la hija del mayor Ambersons.

Eugen Morgan, su irador preferido.

Bebió demasiado la otra noche al salir de aquí y fue a tropezar con el contrabajo de la orquesta que estaba dando la serenata.

No la he visto desde que regresó del extranjero.

Ya sabes que...

Bueno, no sé.

No acierto saber cómo calificarla.

Pero es algo así como una verdadera preciosidad.

¿Wilbur Minafair? Jamás pensé que la conquistaría.

Bueno, ¿qué es lo que saben? Wilbur puede que no sea un apolo como era de desear, pero es un hombre de negocios muy inteligente.

Wilbur Minafair.

Isabel es demasiado sensible para ser criticada.