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Descripción de Cazadores de Nazis: 1- Herbert Cukurs 6g1865
Herbert Cukurs es un oficial de las Fuerzas Aéreas letonas y el piloto más famoso de su país. Pero, tras la invasión nazi, se une a los fascistas y se gana el sobrenombre de verdugo de Riga. El sádico Cukurs arrebata bebés de las manos de sus madres, prende fuego a sinagogas abarrotadas de gente, y es responsable de la exterminación de 30.000 judíos de Letonia. Veinte años después, Cukurs lleva una vida tranquila en São Paulo (Brasil), hasta que la unidad de eliminación del servicio secreto israelí consigue localizarlo. En una de las misiones más audaces de su historia, los agentes del Mosad deciden ejecutar a Cukurs sin un juicio público, enviando así el mensaje a todos los criminales de guerra nazis del mundo de que deben temer por sus vidas. 2g5z1o
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Era un sádico asesino.
Le llamaban el Verdugo de Rick.
Señor, es un criminal nazi. ¿Qué está haciendo por ahí? Es algo que el Estado de Israel no puede tolerar.
El plan parecía sacado de una novela.
Conseguid toda la información posible.
Convertíos en sus amigos y matadlo.
Cazadores de nazis. Herbert Sucurs.
Verano de 1964. Brasil.
El nazi letón Herbert Sucurs tiene su residencia en la ciudad de Sao Paulo.
El hombre conocido como el Verdugo de Riga lleva una vida tranquila y relajada.
Pero eso está a punto de cambiar.
Sucurs fue fotografiado en Brasil por alguien que pertenecía a la colonia judía.
Muchos habían oído hablar de él y sabían quién era.
Aquel hombre había cometido unos crímenes terribles durante la Segunda Guerra Mundial.
Sucurs, junto con otros nazis letones, mató a miles de inocentes.
Niños, mujeres y ancianos.
En los archivos he encontrado muchos testimonios que fueron recogidos después de la guerra.
Y siempre aparece el nombre de Sucurs, Sucurs, Sucurs.
Las fotos de Sucurs atravesaron medio mundo y llegaron a una unidad del servicio secreto israelí, especializada en cazar nazis.
París, Francia.
Aquí se inicia una de las misiones más arriesgadas de la historia del Mossad.
El 1 de septiembre de 1964, un agente del Mossad acudió a una reunión que se celebraba en un piso operativo de París.
Su comandante iba a asignarle una misión muy especial.
Debía viajar a Sudamérica y encontrar a un criminal nazi llamado Herbert Sucurs.
A partir de este momento, este agente del Mossad pasaría a llamarse Anton Kunzul.
Sucurs vivía en Brasil.
Había sido oficial de la Fuerza Aérea Letona antes de la guerra.
A mediados de 1941, Hitler invadió Letonia.
Sucurs se unió a él y, junto con un grupo de asesinos, empezó a matar a muchas personas.
Siguiendo las órdenes de los nazis, cometieron atrocidades contra los judíos de Riga, la capital de Letonia.
Arrebataban a los niños de los brazos de sus madres y los mataban.
Quemaron una sinagoga con 300 personas dentro y no dejaron salir a nadie.
En aquella reunión, mi comandante me comunicó que Sucurs era responsable del exterminio de más de 30.000 judíos letones.
Mis padres habían muerto durante el holocausto, así que acepté inmediatamente la misión.
Anton Kunzul era el hombre perfecto para esta operación.
En primer lugar por su experiencia.
Había crecido en Alemania cuando los nazis llegaron al poder.
El alemán era su lengua materna y, además, había formado parte del equipo que atrapó a Eichmann cuatro años antes.
No era un burócrata asesino como Adolf Eichmann.
Sucurs tenía las manos manchadas de sangre, literalmente.
Surgió entonces la duda de si podían hacer lo mismo que le hicieron a Eichmann.
¿Podían raptarlo y llevarlo a juicio o actuar de un modo totalmente distinto? Decidieron que esta vez no lo raptarían ni lo llevarían a juicio.
Lo ejecutarían directamente y cargarían con las consecuencias.
El plan consistía en que Kunzul se hiciera amigo de Sucurs y lo convenciera para que saliera de Brasil.
Asesinarlo allí era arriesgado.
Podría haber represalias contra la colonia judía y, si apresaban a Kunzul, éste podría ser ejecutado.
Desde el principio llamábamos a Sucurs el muerto porque estábamos seguros de que la operación tendría éxito.
El Mossad quería que los nazis de todo el mundo temieran por su vida.
Pero, a pesar del peligro, el agente Kunzul puso una condición.
En el momento clave quería ir solo.
No quería que nadie me acompañara ni me protegiera.
Si alguien descubría que se trataba de una trampa, ese sería mi fin.
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