Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
Trabajando con el hombre ideal
Esto es un fragmento de un episodio exclusivo. ¡Escúchalo completo apoyando a este podcast!
Capítulo 10

Capítulo 10 7a4a

28/5/2025 · 18:07
0
1
Trabajando con el hombre ideal

Descripción de Capítulo 10 1h3a6k

Trabajando con el hombre ideal - Capítulo 10 1f4b6q

Lee el podcast de Capítulo 10

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 9. En cuanto entraron por las puertas de Boudieri, una extraña sensación de estar en casa envolvió a Sam. Pero no quería sentir eso. Le resultaría muy difícil despedirse de Dylan a la semana siguiente, sin añadir la complicación de desear una vida que no podía tener. Nunca antes había sentido el deseo de vivir en el campo. De hecho, ella siempre había sido una chica de ciudad, escapando de la finca familiar en Queensland para vivir en Brisbane. Aunque eso seguramente tenía más que ver con alejarse de los Popov que con otra cosa.

—Te gusta este sitio, ¿verdad? —preguntó Dylan en voz baja, como si no quisiera romper el hechizo que parecía envolverlos. Ella sintió—Hay algo aquí, no sé, es como si me llegara al corazón. Dylan sonrió—Me alegro. Así será más fácil.

Dylan no quiso preguntar a qué se refería. En lugar de hacerlo, bajó del coche preguntándose por qué había aceptado ir a Boudieri con él. Sí, Dylan había insistido, desde luego diciendo que su presencia era vital para finalizar un contrato, pero no la engañaba. Había visto un brillo especial en los ojos de Dylan desde que volvieron de Sydney, como si no estuviera dispuesto a aceptar un no por respuesta. Y, desde luego, aquella vez no había querido llevar carabina, un hecho que hacía que su pulso se mantuviera perpetuamente acelerado.

Sam lo siguió al interior de la casa, irando las largas y poderosas zancadas que tanto decían de aquel hombre. Nada lo intimidaba, caminaba como si fuera el dueño del mundo.

Incluso con vaqueros gastados y una camisa de sport, proyectaba un aire de poder, de seguridad.

—Puedes dormir aquí, si quieres —le dijo, dejando la maleta en el suelo de la habitación de invitados que había ocupado la última vez. Aunque esas palabras sugerían claramente que esperaba otra cosa.

—Gracias —sonrió Sam, abriendo las cortinas para irar el paisaje. Y para no tener que mirar a Dylan. Él hacía que todo pareciese más pequeño, y cuanto más tiempo estuviera allí, mirándola con sus enigmáticos ojos oscuros, más difícil le resultaría mantener las distancias.

Intentando que entendiese que quería estar sola, Sam siguió mirando por la ventana.

—¿Todo bien? —en lugar de marcharse, se había acercado, y su voz sonaba muy cerca.

—Sí, estoy bien.

—No es verdad —la contradijo Dylan, tomándola del brazo cuando quiso apartarse. —Dime qué te pasa.

Ella miró su mano, deseando poder apartarla, tomar su maleta y salir de su vida. ¿A quién quería engañar? No podía resistirse a aquel hombre como no podía renunciar a su herencia y cuanto antes se enfrentara con ambos hechos, mejor para todos.

—Quizá más tarde —murmuró.

Luego abrió la maleta y empezó a sacar su ropa, parpadeando furiosamente para controlar las lágrimas que inexplicablemente llenaban sus ojos. Ella no era nada llorona, pero últimamente había estado a punto de hacerlo varias veces.

—Si me necesitas puedo ayudarte, Samantha —dijo Dylan en voz baja.

Había algo en su tono, algo que le hacía desear apoyar la cabeza en su hombro y contarle toda la historia. Pero no lo hizo. Se limitó a sentir con la cabeza antes de que él saliera de la habitación. Y en cuanto cerró la puerta, se dejó caer sobre la cama y lloró, aunque no sabía bien si eran lágrimas de pena por su próxima despedida, de vergüenza por sus mentiras o de rabia porque estaba a punto de perder al hombre del que, a su pesar, se había enamorado.

Dylan no sabía por qué Sam parecía tan disgustada, pero su extraño comportamiento había hecho que cambiase de planes. Lo tenía todo planeado, una cena en la terraza con el mejor de los vinos y luego el ofrecimiento del trabajo de su vida.

¿Y si ocurría algo más? Bueno, Dylan intentó controlar su imaginación a ese respecto. Ahora, no sabía si esperar hasta el día siguiente o volver a Melbourne de inmediato. Quizá Sam no estaba interesada en él. Quizá había respondido a sus besos por un absurdo sentido del deber o porque le daba vergüenza decirle que no, y no porque sintiera nada por él.

Y quizá, sólo quizá, él había sido un tonto por depender demasiado de esa mujer, aunque no podía soportar la idea de perderla. Dylan no era tonto. Sabía que podría encontrar un ayudante personal tan competente como Sam, pero quería que aceptara su oferta con la vana esperanza de poder explorar lo que sentía en el uno por el otro. Corrección, lo que él sentía por ella. Entonces hizo una mueca, preguntándose cuándo se había vuelto una

Comentarios de Capítulo 10 n3h58

Apoya a este programa para poder participar en la conversación.