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PODCAST DE TIM BENIYORK EN BENIDORM
El Big Data está transformando las reglas del juego y la experiencia deportiva.

El Big Data está transformando las reglas del juego y la experiencia deportiva. 185jf

23/5/2025 · 06:24
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PODCAST DE TIM BENIYORK EN BENIDORM

Descripción de El Big Data está transformando las reglas del juego y la experiencia deportiva. 4f1b36

El Big Data está transformando las reglas del juego y la experiencia deportiva. —Durante siglos, el deporte se basó en la intuición. Entrenar consistía en repetir, resistir y sobrevivir. Pero en los últimos años ha cambiado algo. Ya no basta con correr más. Ni siquiera con ser más fuerte. Ahora, algo invisible domina la cancha. Algo que observa, calcula y decide. Se llama big data. —Detrás de cada jugada hay miles de datos. Posiciones, trayectorias, latidos, velocidad... Todo se mide. Todo se almacena. Todo se analiza. Lo que antes era la corazonada de un entrenador con experiencia, hoy es una proyección calculada al milímetro. Y en ese nuevo tablero, el jugador no está solo. Le acompañan sensores, cámaras y algoritmos. —En deportes como el baloncesto, la vieja escuela ha sido devorada por este monstruo de datos. Cada segundo del partido se convierte en información: desde el ángulo de lanzamiento de un jugador hasta la coordinación defensiva. Los entrenamientos ya no se diseñan en pizarras, sino en pantallas, con predicciones, métricas y simulaciones. Para capturar cada latido del juego, el deporte ha desplegado un arsenal tecnológico digno de una película de ciencia ficción. Cámaras de alta resolución siguen cada movimiento, desde el leve giro de tobillo de un base en la NBA hasta la posición exacta de un delantero antes del remate. Sensores biométricos integrados en chalecos, camisetas o wearables miden en tiempo real la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la oxigenación y hasta el nivel de fatiga. Y en disciplinas como el ciclismo, las bicicletas se han transformado en verdaderas estaciones de análisis móviles, capaces de registrar vatios de potencia, ritmo y eficiencia de pedaleo, y de predecir el rendimiento futuro con una precisión inquietante. — Pero no solo eso. En los estadios y centros de entrenamiento más punteros, los drones sobrevuelan el campo y capturan ángulos imposibles, mientras la informática en la nube procesa millones de datos por segundo. Las inteligencias artificiales cruzan toda esa información para encontrar patrones invisibles al ojo humano. En cuestión de minutos, se pueden detectar desequilibrios físicos que ni el propio atleta percibe o diseñar estrategias personalizadas basadas en los puntos débiles de un rival. Es un espionaje legal, silencioso y cada vez más infalible. El deporte ya no se juega solo en el césped, también se libra en los servidores. —Pero no se trata solo de ganar. También de prevenir. El Big Data escanea la salud de los jugadores, anticipa lesiones antes de que ocurran y diseña programas de recuperación personalizados. Ya no es necesario esperar a que algo falle. El sistema lo ve venir. —Y va más allá. La experiencia del espectador también está siendo transformada. El aficionado ya no mira un partido, lo vive rodeado de estadísticas personalizadas, realidad aumentada y predicciones en directo. Es un espectáculo con guion de datos. José María Gallardo Flores, especialista en ciencia de datos aplicados al deporte, lo deja claro: el Big Data no es el futuro, es el presente. Y quien no lo entienda, quedará atrás. Según él, ya no basta con tener buenos jugadores, sino que hay que saber cómo usarlos. Y para eso, hay que saber interpretar los números. «Los equipos ya no se preparan únicamente para lo que ven. Se preparan para lo que los datos les dicen que va a suceder. Las decisiones ya no se toman con el corazón, sino con Excel. O, mejor dicho, con inteligencia artificial. Porque el Big Data no trabaja solo. Se apoya en el aprendizaje automático para prever resultados, adaptar tácticas e, incluso, detectar jóvenes talentos en categorías inferiores. —Aunque, eso sí, no todo es frío cálculo. Como señala Gallardo, la máquina no sustituye al ser humano. Solo le asiste. Las decisiones clave, las que se toman en el fragor del partido, siguen dependiendo del juicio humano. Al menos, por ahora. —¿Qué viene después? Una simbiosis aún más inquietante. Algoritmos que predicen con precisión el desgaste físico. Plataformas que diseñan entrenamientos personalizados en tiempo real. Y transmisiones deportivas en las que el espectador podrá elegir qué estadísticas ver, cómo y cuándo. —El deporte ya no es solo cuerpo. Son datos. Es estrategia. Es ciencia. Y es tecnología que nos observa, nos mide y nos supera. Así que, la próxima vez que veas un gol, una canasta o un sprint, recuerda que hay alguien detrás de ese momento glorioso. Recuerda que detrás de ese instante hay una nube. Una nube que lo ha calculado todo. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/247740 6n286u

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Durante siglos, el deporte se basó en la intuición.

Entrenar consistía en repetir, resistir y sobrevivir.

Pero en los últimos años ha cambiado algo.

Ya no basta con correr más, ni siquiera con ser más fuerte.

Ahora algo invisible domina la cancha.

Algo que observa, calcula y decide.

Se llama Big Data.

Detrás de cada jugada hay miles de datos.

Posiciones, trayectorias, latidos, velocidad… Todo se mide, todo se almacena, todo se analiza.

Lo que antes era la corazonada de un entrenador con experiencia, hoy es una proyección calculada al milímetro.

Y en ese nuevo tablero, el jugador no está solo.

Le acompañan sensores, cámaras y algoritmos.

En deportes como el baloncesto, la vieja escuela ha sido devorada por este monstruo de datos.

Cada segundo del partido se convierte en información, desde el ángulo de lanzamiento de un jugador hasta la coordinación defensiva.

Los entrenamientos ya no se diseñan en pizarras, sino en pantallas, con predicciones, métricas y simulaciones.

En deportes como el baloncesto, la vieja escuela ha sido devorada por este monstruo de datos.

Cada segundo del partido se convierte en información, desde el ángulo de lanzamiento de un jugador hasta la coordinación defensiva.

Los entrenamientos ya no se diseñan en pizarras, sino en pantallas, con predicciones, métricas y simulaciones.

Para capturar cada latido del juego, el deporte ha desplegado un arsenal tecnológico digno de una película de ciencia ficción.

Cámaras de alta resolución siguen cada movimiento, desde el leve giro de tobillo de un base en la NBA hasta la posición exacta de un delantero antes del remate.

Sensores biométricos integrados en chalecos, camisetas o wearables miden en tiempo real la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la oxigenación y hasta el nivel de fatiga.

Y en disciplinas como el ciclismo, las bicicletas se han transformado en verdaderas estaciones de análisis móviles, capaces de registrar vatios de potencia, ritmo y eficiencia de pedaleo y de predecir el rendimiento futuro con una precisión inquietante.

Pero no sólo eso.

En los estadios y centros de entrenamiento más punteros, los drones sobrevuelan el campo y capturan ángulos imposibles, mientras la informática en la nube procesa millones de datos por segundo.

Las inteligencias artificiales cruzan toda esa información para encontrar patrones invisibles al ojo humano.

En cuestión de minutos se pueden detectar desequilibrios físicos que ni el propio atleta percibe.

O diseñar estrategias personalizadas basadas en los puntos débiles de un rival.

Es un espionaje legal, silencioso y cada vez más infalible.

El deporte ya no se juega sólo en el césped.

También se libra en los servidores.

Pero no se trata sólo de ganar, también de prevenir.

El Big Data escanea la salud de los jugadores, anticipa lesiones antes de que ocurran y diseña programas de recuperación personalizados.

Ya no es necesario esperar a que algo falle.

El sistema lo ve venir.

Y va más allá.

La experiencia del espectador también está siendo transformada.

El aficionado ya no mira un partido, lo vive rodeado de estadísticas personalizadas, realidad aumentada y predicciones en directo.

Es un espectáculo con guión de datos.

José María Gallardo Flores, especialista en ciencia de datos aplicados al deporte, lo deja claro.

El Big Data no es el futuro, es el presente.

Y quien no lo entienda quedará atrás.

Según él, ya no basta con tener buenos jugadores, sino que hay que saber cómo usarlos.

Y para eso hay que saber interpretar los números.

Los equipos ya no se preparan únicamente para lo que ven.

Se preparan para lo que los datos les dicen que va a suceder.

Las decisiones ya no se toman con el corazón, sino con Excel.

O, mejor dicho, con inteligencia artificial.

Porque el Big Data no trabaja solo.

Se apoya en el aprendizaje automático para prever resultados, adaptar tácticas e incluso detectar jóvenes talentos en categorías inferiores.

Aunque, eso sí, no todo el mundo lo sabe.

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