
Descripción de Asesinos sin castigo m21u
¿Es correcto que los delitos prescriban? Que al cabo de 20 años, si no se ha podido encontrar ningún sospechoso, ¿un crimen quede impune? Sin castigo? Los asesinos de Manuel Salgado Rodríguez, Manuel Pérez Portela y los autores las bolsas-bomba que mataron a un matrimonio de Redondela nunca recibirán un castigo penal porque sus casos se han archivado por prescripción. Podrían salir y decir que han sido ellos, y nada pasaría. 4s2a3r
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Hacer justicia. ¿Cuántas veces habremos escuchado esto tras un crimen? ¿Quién dice crimen dice violación o cualquier otro delito? Llegar al quién y muchas veces también al por qué son casi dos exigencias tanto de las víctimas como de la sociedad ante un hecho delictivo. Policías, juzgados, forenses, abogados, todos trabajan a una con el objetivo de resolver un caso. Pero no siempre sucede así. Una mala investigación, como ya escuchamos en capítulos anteriores, un asesino con conciencia forense o la falta material de pruebas abocan a muchos crímenes al archivo, a la prescripción.
Y es que transcurrido cierto tiempo, un delito no puede seguir siendo investigado, dejando a un asesino, a un violador o a un simple estafador sin castigo. Así ocurrió con el crimen del Vigués Manuel Salgado en 2004, caso que prescribió el año pasado, el caso de Manuel Pérez Portela, prescrito en 2023, o el asesinato de Vicente Lemus y Rosa Gil, fallecidos a causa de la explosión de una bolsa bomba atada al portal de su casa en 2002 y que este mes de junio ya no podrá ser perseguido por la justicia.
A diferencia de otros países como Alemania, Nueva Zelanda, varios estados americanos o incluso Reino Unido en casos de naturaleza sexual, en España los delitos de sangre sí prescriben. Cuando se cumple 20 años desde la Comisión del Asesinato o 15 si se trata de un homicidio, la justicia no podrá seguir investigando el caso y por lo tanto el crimen quedaría impune. Como siempre hay excepciones o matizaciones, mejor dicho, y es que los plazos de prescripción o archivo de un caso, estos 20 o 15 años según el tipo delictivo, empiezan a computar desde el último trámite realizado en la causa con respecto a un sospechoso.
Por ejemplo, un crimen se comete en 2002, pero hasta 2004 había personas imputadas y en ese momento el juez archiva la causa contra ellas por falta de pruebas. Pues para cualquier sospechoso el caso se cerraría en 2022, a excepción de para esos dos imputados, que sí podrían ser investigados otros dos años más. Para ellos el plazo de prescripción se iría al 2024. Son también 20 años, pero empezarían a computar en 2004.
Exactamente eso fue lo que ocurrió en el crimen del empresario vigués Manuel Salgado Fernández. Su cadáver fue hallado en el garaje comunitario de la calle Rosalía de Castro, en pleno centro de la ciudad de Vigo. Estacionaba allí su Seat Córdoba todos los días cuando iba a trabajar a una inmobiliaria de la calle García Barbón, a escasos 100 metros del garaje.
A las 8 y media del 2 de abril de 2004, Manuel Salgado, de entonces 57 años, recibía un certero tiro en la cabeza. Su cuerpo se encontró de cúbito supino, es decir, boca arriba, pero al tener manchas de sangre en la cara bastantes, se sospecha que cayó boca abajo y que alguien le dio la vuelta. Estaba justo pegado a la plaza número 23, entre la suya, que era la 25, y la rampa de entrada y salida de vehículos y también de los peatones.
Del garaje se recogieron varios vestígios, dos vainas percutidas, es decir, dos casquillos de bala que fueron disparados, y también dos colillas, una de educados y otra cuya marca no se podía ni leer. Nunca se supo el origen de ambas, ni si estaba relacionado con este caso. Más importante de lo que sí se halló fue lo que no se encontró allí y sí tenía que estar. Ni las llaves del coche, ni las de la casa de Manuel, ni tampoco su teléfono móvil. En cambio, seguían intactas su cartera, con dinero, el reloj y una cadena de oro que llevaba.
Esto llevó a la policía a descartar casi de inmediato un robo, pero al poco que investigaron en la vida de Manuel, acabaron poniendo sobre la mesa el móvil económico. Y no hablamos, repito, de un robo, sino de los bienes inmobiliarios y negocios que poseía Manuel Salgado.
De la autopsia salieron varias conclusiones. Por un lado, había un único disparo y no fue hecho a quemar ropa ni a corta distancia, al menos a una distancia de 60 centímetros, ya que la herida de bala no tenía marcado un tatuaje. Por si os interesa la criminalística, que a mí me apasiona, el tatuaje o taraceo es el rastro que deja una herida de bala en la piel y siempre aparece cuando se dispara a distancias cortas. Por un lado, deja quemaduras.
Deja granos de pólvora, que son pequeñas manchitas negras alrededor del agujero de la herida que, según dónde estén, más a la derecha o más a la izquierda, marcan la dirección del disparo, es decir, dónde estaba el asesino con respecto a la víctima. Y luego también está el humo de negro, que son pequeñas partículas que se depositan en la piel tras el disparo. A mayores de la herida de bala, Manuel Sargado no tenía ninguna otra lesión, ni de agresión ni de defensa. Su asesino llegó al garaje, o le estaba esperando en el garaje, le disparó un único tiro y abandonó el lugar. El cuerpo lo encontraron una hora y 25 minutos después de su fallecimiento.
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