Asesinas- El Ángel de la Muerte - El crimen del bidón 2z166d

El 29 de julio de 2015 yo me encontraba junto con mis residentes y no recuerdo en qué habitación estábamos pero sí recibimos una llamada urgente por parte de la enfermería de que una de nuestras pacientes se encontraba muy mal y que parecía que estaba sufriendo una parada cardíaca. Recuerdo bien que estaba la cama 532-2. Cuando entramos en la habitación encontramos a Luisa Moragón en una situación agónica. Tenía una importante cianosis, es decir, una coloración azulada, lo cual es indicativo de que no hay oxígeno en la sangre. Parece irreversible, me sorprendió muchísimo, nos sorprendió a todos porque era una paciente que había ingresado con un problema no muy grave, había ido todo muy bien y teníamos previsto la etapa ese día, con lo cual las primeras sensaciones pero que ha podido pasar si este paciente estaba bien y estaba previsto la etapa de hoy.

Mi nombre es Alberto Herranz, soy médico internista en el hospital del Cala Catañares desde el año 90 hasta recientemente. Luisa era una paciente de 92 años que tenía ligero deterioro cognitivo. Había comenzado a encontrarse mal y a negarse a la ingesta alimentaria y ese deterioro que sufría fue lo que la trajo al hospital. Claro, yo en ese momento tenía la determinación de saber qué es lo que haya pasado, así que solicité a la enfermera que extrajera una muestra de sangre en ese momento para posteriormente hacer algún análisis que pudiera arrojar luz.

Pero cuando la enfermera intenta pinchar se da cuenta de que en las venas hay aire y el médico en un momento desesperado dice pincha en la yugular y se da cuenta de que también tiene aire. Soy Francisco Javier Barroso, redactor del diario El País y abogado en ejercicio de la profesión. El médico se queda con la mosca detrás de la oreja y entonces dice aquí ha ocurrido algo muy extraño. Luisa Moragón fallece de forma repentina. Dada la gravedad de las cosas que se me estaban pasando por la cabeza yo pensé que lo mejor era ser lo más discreto posible, no agarrar y continuar intentando averiguar qué es lo que le había podido pasar. Bajé a radiología y comenté con los radiólogos la posibilidad de hacer un escáner a una paciente fallecida. Eso es una cosa excepcional.

Yo en toda mi carrera profesional no lo he visto en la vida y tampoco he leído en ningún sitio ni en una revista que se haya hecho algo parecido. Entonces, bueno, cuando le propuse esto a la radióloga pues una cara de sorpresa y se negó. Me dijo no, no, que eso es muy irregular y yo no voy a hacer un escáner a una persona fallecida salvo que haya una justificación muy clara. En ese toma hidaca el médico, el doctor Arranz, logra que se le realice un tag, una prueba de diagnóstico por imagen para ver qué ha ocurrido realmente porque no es lógica esa muerte en cuestión de minutos, en cuestión de nada, de muy poco espacio de tiempo. Recuerdo muy bien que yo estaba a espaldas de la radióloga que a su vez estaba frente a las pantallas en las que iban saliendo las imágenes que