Alumnado con ceguera 4v6t63

Bienvenidas, bienvenidos a un nuevo episodio del podcast de Psicología en Vena.

El podcast de Psicología en Vena, presentado por José Antonio Marco.

Nuevo episodio, hoy tenemos episodio 70.

Un episodio que a mí personalmente me resulta especial.

En este episodio vamos a tratar el tema de los alumnos y las alumnas con ceguera.

Son esos niños y esas niñas que tienen problemas visuales, pero no son problemas visuales que solamente se limitan a que lleven gafas, o a que tengan miopía, o a que tengan astigmatismo, no.

En este episodio os quiero hablar sobre esos niños que tienen un déficit visual importante, que tienen ceguera.

Así que antes de meterme de lleno en este tema, me gustaría contaros mi propia experiencia con las personas ciegas, con las personas con ceguera, con ceguera total o con ceguera parcial.

Luego, más adelante, os contaré que hay diferencias en esto.

Desde pequeño he podido ver en la figura de mi abuelo lo que viene siendo la ceguera.

Cómo vive una persona con ceguera, a qué desafíos se enfrenta diariamente, cómo afronta esas dificultades, esas barreras, por el hecho de no poder ver.

Mi abuelo Ramón, que tuve la suerte de tenerlo muy cerca, de hecho vivía a dos calles de donde yo vivía en mi pueblo, pues él se quedó ciego, aunque no ciego total, sino ciego parcial, pero con una importante ceguera, con aproximadamente unos 54 años.

Es decir, no es lo mismo nacer ciego que quedarte ciego cuando ya eres adulto.

Él nos enseñó que se podía afrontar esa dura realidad de vivir con esa dificultad tan importante.

Y desde siempre, porque de hecho cuando yo nací, mi abuelo era ciego, ciego parcial.

Él sí que veía algunas sombras, él sí que era capaz de reconocernos a nosotros.

De hecho, cuando yo iba a visitarlo, sabía que era yo sin haber llegado hasta donde él estaba.

Yo creo que quizás lo sabía por mi forma de niño, de caminar, y por esos saltitos que pegamos cuando somos pequeños y esa forma de andar tan irregular que caracteriza a nuestra infancia, ¿verdad? Él tenía una afectación en su nervio óptico que le generó esa ceguera parcial que tenía y que le limitó bastante en su día a día, pero que muchas veces lo comentábamos con mi familia, había momentos en los que se nos olvidaba que era ciego porque hacía una vida prácticamente normal, salía a caminar por la calle, se defendía muy bien con los obstáculos.

Y todo eso a mí, cuando era pequeño, me hizo...

Y después también, y sobre todo después, cuando estaba estudiando la carrera de psicología, me hizo reflexionar sobre cómo una persona que, por desgracia, tiene una discapacidad cuando ya es adulto, cuando ya tiene su vida hecha, cómo tiene esa resiliencia de hacerle frente, de adaptarse y de seguir hacia adelante a pesar de que sabe que tiene sus problemas.

Él siempre hizo vida normal, él, ya os digo, salía a caminar, incluso tenía un huerto, iba a su huerto, plantaba...

Y yo ahí me fijaba y me daba cuenta en que cuando perdemos un sentido, desarrollamos otros sentidos.

Y esto es algo que sí que es cierto que cuando estudiamos psicología nos lo cuentan, nos lo dicen, pero que yo cuando asistí a esas clases ya iba con la lección aprendida, porque ya me di cuenta que las personas con ceguera desarrollan muchísimo el sentido del oído, el tacto, el olfato...

Es espectacular cómo son capaces de saber a qué distancia estás, cómo son capaces incluso de por el tacto.

En el caso de mi abuelo, podía saber si un limón estaba listo para coger o si un tomate estaba listo para coger.

Y esto luego es lo que, sinceramente, me ha marcado bastante a la hora de poder elegir la educación especial.

Cuando yo era niño, aprendí que cuando una persona es ciega o cuando una persona tiene un problema para moverse, tenemos que quitarle los obstáculos y tenemos que intentar ayudarle a que se sienta cómodo, a que se sienta incluido con nosotros.

Para mí, esa filosofía o esa percepción de cuando tenemos que poner adaptaciones en un aula, cuando tenemos un niño que va en silla de ruedas...

Yo eso lo llevo de serie, porque con mi abuelo siempre estaba pendiente, cuando estaba con él, evidentemente, estaba pendiente de que no tropezara con nada, estaba pendiente de que no hubiese ningún mueble por en medio.

Y a pesar de ser un niño, recuerdo que muchas veces alguien dejaba una silla por en medio o lo que sea, y yo veía que se acercaba hacia nosotros y enseguida quitaba esa silla porque digo, se va a tropezar, ¿por qué no a ver? Y eso es algo que, en parte, me gustaría compartir con vosotros y con vosotras, porque también, en parte, esas vivencias que nosotros tenemos en nuestra infancia cuando somos niños...