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Heriberto Bodeant
“Elevando sus manos, los bendijo”. (Lucas 24,46-53). Ascensión del Señor.

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30/5/2025 · 10:42
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Heriberto Bodeant

Descripción de “Elevando sus manos, los bendijo”. (Lucas 24,46-53). Ascensión del Señor. 4l4j3x

El Evangelio de Lucas se inicia con el relato de una bendición esperada que, sin embargo, no llega a producirse; en cambio, concluye con la bendición que Jesús imparte a sus discípulos (y al mundo entero) en el momento en que sube a los Cielos. Mi reflexión sobre el evangelio de este domingo de la Ascensión del Señor, 1 de junio de 2025, ciclo C. Bendiciones. + Heriberto, obispo de Canelones, Uruguay. o6n17

Lee el podcast de “Elevando sus manos, los bendijo”. (Lucas 24,46-53). Ascensión del Señor.

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Domingo primero de junio de 2025, Ascensión del Señor.

Elevando sus manos los bendijo.

Enfoques desde la fe.

Una reflexión del Obispo de Canelones, Uruguay, Monseñor Heriberto Bodeand.

El próximo martes es 3 de junio y en Uruguay, en la ciudad de Florida, se celebra la memoria de San Cono, monje benedictino, cuya imagen fue traída por inmigrantes italianos desde Tellano, Salerno, donde este santo es recordado y venerado.

Imaginemos ahora una gran aglomeración de fieles, frente al pequeño santuario, esperando la salida del sacerdote, o tal vez del Obispo, para dar una bendición.

Lo que debía producirse en un corto lapso, se fue demorando, pero finalmente apareció el ministro y sin embargo no podía hablar, y se comunicaba por señas.

¿Qué le habría pasado? ¿Tal vez una visión? Repito lo que dije, imaginemos.

Pero algo así nos cuenta el Evangelio de Lucas, en el primer capítulo, con motivo de la anunciación a Zacarías, quien sería el padre de Juan el Bautista.

Zacarías se encontraba en el interior del santuario, y debía salir para bendecir al pueblo.

Pero no pudo hacerlo, ya que quedó mudo.

La bendición quedó frustrada.

Vale la pena recordar esto, porque la última acción de Jesús, que aparece en el Evangelio de Lucas, es su bendición a los discípulos.

También creo que es lindo recordar que el último esfuerzo pastoral del Papa Francisco, antes de entregar a Dios su vida, fue precisamente impartir la bendición Urbi et Orbi, a la ciudad y al mundo.

Y sin irnos tan lejos, al final de cada misa y de otras celebraciones, esperamos recibir la bendición.

Todo esto para hacer notar que el Evangelista Lucas quiso iniciar su ordenado relato sobre los acontecimientos que se cumplieron y las enseñanzas que se recibieron de Jesús, con la bendición que no pudo ser dada por Zacarías, y cerrarlo con la bendición, ahora sí, dada por Jesús resucitado.

La bendición de Dios está presente desde el comienzo de la historia de la salvación, ya desde la creación del mundo.

Su significado esencial es la vida y la fecundidad, que se expresa tanto en la descendencia biológica como en la espiritual.

En esto último, una referencia fundamental es la promesa de Dios a Abraham.

Yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.

Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz.

Esa promesa encuentra su pleno cumplimiento en Jesús, descendiente de Abraham.

Jesús es, en efecto, esa descendencia por la cual serán bendecidos todos los pueblos de la tierra.

Por cierto, la bendición de Jesús es mucho más que el momento puntual de su despedida en la ascensión.

Todo su ser y toda su vida son bendición para la humanidad.

Eso es lo que está representado en este gesto.

Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Betania, cerca de Jerusalén, recordemos, es el pueblo donde vivían Marta, María y Lázaro, los hermanos amigos de Jesús, una familia de hermanos y hermanas, signo de la comunidad eclesial que acoge a Jesús en su casa.

Jesús eleva sus manos. Las manos son símbolo de nuestras obras buenas o malas.

Pueden dar vida o dar muerte, acariciar o golpear, dar pan al hambriento o quitarse.

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