8 - Antihéroes del rock 5665f

Indianapolis, verano de 1992, Fountain Square Plaza.

Aunque el tráfico no se detiene, ni tampoco la mayoría de peatones, un pequeño círculo de apenas 10 personas rodean a un veterano músico callejero que toca Sultans of Swing, una legendaria pieza de los ingleses Dire Straits, en una de las capitales del Medio Oeste americano.

Entre los escasos y desangelados espectadores, un chico joven mueve la cabeza siguiendo el ritmo del artista.

Se le ve que es un freak de la música, y es que viste una camiseta con la cara de Bob Dylan.

Tras unos pocos aplausos y algunas monedas, el veterano músico empieza a recoger su armónica, guitarra, altavoz y micrófono, y es en ese momento de soledad cuando el cabal que había estado escuchando su canción se le acerca tímidamente.

—Me encanta su versión de Sultans of Swing, señor.

—¿Versión? Yo ayudé a Knopfler a componer esta canción. Tenía el ritmo, pero apenas letra. De eso han pasado años, y aún no he visto ni un centavo.

—Guau, no sabía que conoció a los Dire Straits.

—No a la banda entera. Sólo a Mark. Coincidimos como músicos de estudio. Pero eso fue hace mucho. ¿Te gusta Dylan, hijo? —Me fascinan sus letras y su música, aunque sus discos de los ochenta no me matan.

—¿Cuáles son tus favoritos? —Highway 61 y Blonde on Blonde, si tengo que elegir dos.

—Blonde on Blonde, no está mal. Varios de los músicos de ese disco tocaron en mi álbum de 1972. Lo grabamos también en Nashville.

—¿Usted tiene un disco con músicos de estudio de Nashville? —Así es, aunque dudo que lo encuentres. Lo descatalogaron hace años.

—¿Cómo se llama usted, señor? Lo buscaré.

—No creo que tengas mucha suerte. Bill Wilson es mi nombre. Y el rock and roll me tragó y me escupió, como a tantos otros en esa época.

Pasarán muchos años hasta que aquel chaval, ya convertido en un hombre, logre dar con el disco de Bill Wilson gracias a Internet.

Lo escuchará, escribirá sobre él, lo compartirá con otros locos de la música, y poco a poco esa única obra empezará a ganar un aura de culto.

Pero nadie podrá comprobar si lo que dijo aquella tarde Bill Wilson sobre Sultans of Swing era cierto o solo el delirio de un músico olvidado.

Y es que en 1993 se llevó la verdad a la tumba.

Así que quédate con su nombre, porque hoy, en Un tío en Reno, vamos de antihéroes.

De bandas y artistas que tenían todo para triunfar, pero terminaron en el anonimato.

Algunos fueron devorados por la mala suerte, otros por decisiones personales, y unos cuantos más porque se negaron a arrodillarse ante la industria musical.

Prepárate para recorrer estudios de grabación que nunca tuvieron su hit, bares de mala muerte donde la grandeza pasó desapercibida, y carreteras que llevaron a genios a ninguna parte. Hoy buscamos el talento olvidado.