5x11 Terror español 3m6h70

La casa era un desastre. Daba pena pensar que allí vivía Silvina Mariscales, probablemente la mejor autora de terror que había dado la última centuria. La mujer ya anciana sufría desde hacía décadas una enfermedad mental que la había aislado del mundo. Vivía sola y envuelta en inmundicia. La que una vez fue maestra de las letras, ahora gobernaba un laberinto de basura y olores repulsivos. Alumbré una esquina, y allí estaba ella, durmiendo con la boca abierta.

Atrás habían quedado los ademanes elegantes, los collares de perlas, y el rostro maduro aunque agraciado que solía aparecer en las solapas de sus fantásticos libros.

—Jaime, esto no está bien —susurré—. Me marcho.

—Mariano dice que un manuscrito inédito de esta vieja vale un pastizal.

—No pienso irme de aquí con las manos vacías. —Y tú tampoco.

La buena de Silvina soltó un ronquido brusco, como el arranque fallido de una motosierra, y siguió durmiendo. Jaime señaló entonces un escritorio. La habitación era una leonera, como el resto de la vivienda. Sin embargo allí solo había libros. Montañas de ellos, avilados por todas partes, ocupando cada rincón. Jaime abrió con cuidado los cajones del escritorio y vio varias carpetas sucias, una de ellas titulada «En las ruinas del horror». Echó un vistazo rápido a las primeras líneas y sonrió latino. —¿Podemos irnos ya? —pregunté.

Jaime tropezó con una torre de libros y cayó sobre otra, armando un jaleo insoportable. Sentí que el ruido se multiplicaba por doscientos y que en breve unas sirenas de policía se sumarían a la fiesta. Mi linterna falló un momento, lo justo como para perder de vista el camino hasta la puerta.

Jaime gritó de repente, de dolor y tal vez también de pánico. La luz del cuarto se encendió poco después y lo vi tendido en el suelo con un cuchillo clavado entre el pómulo y un ojo. Cubierto de sangre, su cuerpo se retorcía entre espasmos que le daban un aire insectil, como una polilla que aleteara sin descanso. Silvina me sonrió con su boca desdentada y dijo «Tranquilo, querido, él solo es un personaje secundario de la historia».

Bienvenidos a otro programa de Negromantes Literarios, gracias por seguir atendiendo a nuestras locuras. Ya habrán comprobado que el opening de hoy ha sido diferente al de otras veces, primero por el magnífico trabajo de nuestra querida Ale Corveres, de ella es la preciosa voz que han escuchado leyendo este relato. En redes sociales, más concretamente en Instagram, he tenido la suerte de conocer a personas increíbles y con mucho talento.

Una de ellas es David Medina, rostro que hay detrás del perfil David Coy, quien hace unos meses convocó a un buen número de autores y los invitó a escribir un relato para lo que pretende ser un concurso en el mundo de Bookstagrammer y en esta ocasión el relato ganador se llevaría como premio pues esta increíble locución que hemos escuchado por parte de la guapa Rima Ale, profesional en este terreno y al parecer se produjo un triple empate, por lo que no hubo uno, sino tres relatos ganadores y a lo largo del programa compartiremos los dos que quedan.

Gracias David Coy por esta iniciativa tan chula que nos ha permitido a los autores conocernos más entre nosotros y realizar un ejercicio de escritura creativa que al menos a mí me ha resultado de lo más divertido. Tuve la suerte de ser la autora de uno de esos tres relatos ganadores, justo el que acaban de escuchar, pero no se pierdan los otros dos de los autores María J.

Leblik y Alejandro de la Rosa que son una maravilla. Lo dicho David, muchísimas gracias por esta oportunidad, gracias Ale Corveres por tu buena ser y ya estamos esperando con impaciencia el próximo certamen. Dicho esto, me parece que ya va siendo hora de presentar a mi compi de letras. David Ullorno, ¿cómo estás amigo? Hola, pues estoy muy bien, estoy un poquito cagado porque íbamos a libros de terror.

Estoy feliz, feliz. ¿Tengo el látigo en la mano? Uy sí, pues venga, bien hecho porque seguro que vamos a recibir los dos latigazos. Sí, yo creo que sí.