
49° Noche. Historia del Rey Omar Al-Neman y de sus dos hijos Scharkan y Daul'Makan 455w6l
Descripción de 49° Noche. Historia del Rey Omar Al-Neman y de sus dos hijos Scharkan y Daul'Makan 4k325
Las cosas se complican. Los guerreros del padre de Artiza entran en palacio creyendo que Scharkan tiene secuestra a la muchacha, sin saber que están enamorados y decididos a hacerles frente. Sí, hay muertos. Muchos. Amanece y Scherazada, calla. 2w5s3
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Hola, soy Osvaldo y te doy la bienvenida a la cuadragésimo novena noche de las mil noches y una noche. Subite a esta alfombra mágica con lo mejor de la literatura oriental. Te espero acá en Ivos, cada noche con un nuevo relato. Venís.
Las mil noches y una noche. Pero cuando llegó la noche 49, ella dijo.
He llegado a saber, oh rey afortunado, que la joven desconocida dijo a Sarkán. Oh, musulmán, ¿ves como así la vida es fácil y agradable? Después siguieron bebiendo de aquel modo hasta que la fermentación produjo su efecto y el amor prendió firmemente en el corazón de Sarkán. Entonces la joven dijo a una de sus doncellas, llamada Grano de Coral.
Oh, Grano de Coral, apresúrate a traer los instrumentos armoniosos. Y Grano de Coral contestó, escucho y obedezco. Se ausentó de un instante y volvió acompañada de unas jóvenes que traían un laúd de Damasco, una cítara de Tartaria y una viola de Egipto. La joven tomó el laúd, lo templó sabiamente y acompañada por las otras doncellas que se habían sentado en la alfombra, pulsó un momento las cuerdas vibrantes.
Y con voz llena de delicias, más dulce que la brisa, más agradable y pura que el agua de la sierra, cantó lo siguiente. Las víctimas de tus ojos, mi amada, ¿sabes su número? Las flechas que disparan tus ojos y que derraman la sangre de los corazones, ¿sabes su número? Pero afortunados los corazones que sufren por tus ojos, mil veces afortunados tus esclavos de amor. Y acabado este canto, se cayó la joven.
Entonces una de las muchachas que acompañaban con los instrumentos entonó en lengua griega una canción que no comprendió Sarkán. Y su joven señora contestaba de cuando en cuando en el mismo tono. Pero cuán dulce era aquel canto alternado y quejumbroso. Y la joven dijo a Sarkán, musulmán entre los musulmanes, ¿has comprendido nuestra canción? Y él respondió, verdaderamente que no la he entendido, pero su armonía me ha conmovido extraordinariamente.
Y la humedad de los dientes al sonreír y la ligereza de los dedos al sonar los instrumentos me ha encantado hasta lo infinito. Ella sonrió y dijo, ¿y ahora, Sarkán? Si te dijera un canto árabe, ¿qué harías? Y él contestó, perder seguramente la razón que me queda.
Y entonces la joven cambió el tono y la clavija del laúd, lo pulsó un instante y cantó estas palabras del poeta. El sabor de la separación es un sabor lleno de amargura. ¿Hay algún medio para sufrirlo con paciencia? Tres cosas me han dado a elegir. El alejamiento, la separación y el abandono. Tres cosas llenas de espanto. ¿Cómo elegir cuando estoy completamente vencido por el amor de una hermosura que me ha conquistado y que me somete a tan duras pruebas? Cuando Sarkán oyó esta canción, como había bebido considerablemente, quedó sin conocimiento, completamente ebrio. Al volver en sí ya no estaba allí la joven. Y Sarkán preguntaba a las esclavas. Y las esclavas le dijeron, ¿se ha ido a su habitación para dormir? Ya sé aquí que es de noche. Y Sarkán, aunque muy contrariado, dijo que alala tenga bajo su protección.
Pero al día siguiente, grano de coral, la esclava preferida, le vino a buscar en cuanto se despertó para llevarla al aposento mismo de su señora. Y al franquear el umbral, Sarkán fue recibido al son de los instrumentos y de los himnos de las cantoras que de aquel modo le daban la bienvenida.
Y trampuso una puerta toda de marfil, incrustada de perlas y pedrería, y se halló en una gran sala, toda cubierta de cedería y de tapices de corazón. Estaba iluminada por altos ventanales que daban a unos jardines frondosos atravesados por arroyos. Junto a las paredes de la sala había una fila de estatuas vestidas como personas y que movían los brazos y las piernas de un modo asombroso. En su interior tenían un mecanismo que les hacía cantar y hablar como verdaderas personas. Pero cuando la dueña de la casa vio a Sarkán, se levantó, se acercó a él y le tomó de la mano.
Y le hizo sentarse junto a ella y le preguntó con interés cómo había pasado la noche. Y le dirigió otras preguntas a las cuales dio Sarkán las respuestas convenientes. Después se pusieron a conversar y ella le preguntó ¿sabes las palabras de los poetas acerca de los enamorados y de los esclavos de amor? Y él contestó sí, mi señora, sé algunas. Y ella dijo quisiera oírlas. Y Sarkán dijo, hola más gentil de las engañadoras, no los deseas mi muerte. A ellas se encaminan todos tus planes y sin embargo, eres la única que deseas.
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