317- Un video mate, por favor! 5v5y3h

¿Se puede mantener una amistad profunda cuando vives a miles de kilómetros y pasan años sin que os veáis? Hoy te traigo una historia que dice que sí y que además demuestra que a veces una videollamada con un mate puede ser más poderosa que estar físicamente cerca todos los días.

Esta es la historia de Noelia y Dani y de cómo una amistad nacida en un hotel de lujo cruzó océanos, parejas, perros y fronteras sin perderse por el camino.

Pero antes de contártela, me presento brevemente por si acabas de llegar por aquí.

Soy Ingrid y en este podcast Alimentando Historias vas a encontrarte con esas historias bonitas, entrañables e incluso divertidas que les pasan a nuestros clientes y a veces también a nosotros en nuestra tiendecita gourmet Original Taste & Co.

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Hace ya unos años, Noelia y Dani, dos jóvenes uruguayos, empezaron a trabajar juntos en un hotel de cinco estrellas que aún ni siquiera había abierto sus puertas.

El hotel estaba todavía en obras, pero fueron contratados desde el minuto cero para preparar esa gran apertura, digamos.

Yo me imagino la ilusión de entrar en ese mundo nuevo, de lujo, en el que literalmente estás construyendo algo que el día anterior no existía en ese lugar.

Supongo que vivir ese reto juntos ayudó a que crearan una amistad, porque es que desde el principio crearon ese vínculo tan bonito que han ido manteniendo a lo largo de los años.

¿Pero qué ocurre que el tiempo pasó y Dani se mudó a Barcelona, donde conoció a Laurita, una mujer con la que acabaría casándose? Y Noelia, un tiempo después, acabó decidiéndose por cruzar el Atlántico y empezar una nueva vida en Berlín.

Pero, y aquí viene la parte que me emociona especialmente, antes de llegar a su nueva ciudad, quiso hacer una parada en Barcelona.

Sentía que antes de emprender la aventura de esa vida nueva en otro país, necesitaba sentirse sostenida al otro lado del océano por un entorno que le fuera familiar, una especie de aterrizaje emocional, digamos.

Y ese arraigo lo encontraba en Dani y su familia.

Así que tras un reencuentro emotivo y súper bonito en el aeropuerto, pasaron un par de días juntos de esos que no necesitan grandes planes porque basta con estar y estar en compañía.

Y entonces, ya así, Noelia se sintió con la energía de seguir sola hacia Berlín para empezar una vida completamente nueva.

Nuevo idioma, nuevo clima, nueva cultura y, con el tiempo, también un nuevo amor, Robert.

Lo fácil habría sido que esa amistad se desvaneciera entre tantas mudanzas, cambios de horarios, vidas nuevas… pero lo cierto es que lo que nació en aquel hotel se transformó en algo aún más grande.

Fue una amistad a cuatro, o a seis te diría, porque por un lado estaban Noelia y Robert, por el otro Dani y Laurita, y en medio un cariño que no tiene kilómetros y dos perros grandes de una de las dos parejas que los matan a lametazos cada vez que los ven.

Hay algo que me dijo Noelia tras explicarme su historia, casi como una anécdota en medio de esa amistad, pero que creo que tiene un significado enorme.

Me decía, no pudimos estar juntos en dos fechas importantes, pero hay cosas que importan mucho más.

Y es que, por cosas de la vida, ninguno de los dos pudo estar en la boda del otro.

Una se celebró en un rincón remoto y encantador de Dinamarca, pero con muy poco plazo para programarla, y la otra coincidió con un viaje a Uruguay de una de las dos parejas que era imposible de posponer.

Pero eso no ensució su amistad, todo lo contrario, porque se siguen viendo siempre que pueden, en Barcelona o en Berlín, y entre tanto se llaman.

Y son esas llamadas largas en las que como buenos uruguayos se preparan un mate que se toman sin prisa mientras se ponen al día de sus cosas, cada uno sentado a un lado de la pantalla, a unos cuantos kilómetros de distancia, pero sintiéndose tan cerca como si estuvieran compartiendo banco en una plaza de Montevideo.

Ese mate virtual, esa ceremonia misma.