006 - La fundación de la Orden del Temple. 31y1p

Hubo un tiempo en que el mundo cristiano temblaba ante la amenaza del desierto. Un tiempo en que los caminos a Jerusalén estaban sembrados de sangre, saqueadores y miedo.

En ese tiempo convulso nacieron ellos, los monjes soldados. Ni del todo clérigos, ni del todo guerreros. Hombres que renunciaron a todo, incluso a sí mismos, para empuñar la espada y el crucifijo al mismo tiempo. ¿Quiénes eran estos caballeros? ¿Qué misterios rodean su origen? ¿Por qué algunos los veneraron como santos y otros los condenaron como herejes? Hoy viajaremos a los orígenes de la orden del temple, a través de las crónicas de quienes los vieron nacer, y de quienes, siglos después, aún lo recordaban con temor y iración.

Conoceremos a Hughes de Pines y Godefroy de St. Homer, los primeros en abrazar esa vida imposible. Castos, obedientes, pobres y listos para matar o morir por la fe. Exploraremos el contexto de una iglesia dividida entre la oración y la espada, y escucharemos las palabras de Bernardo de Claraval, quien defendió a esta nueva milicia cuando todo el mundo dudaba de su santidad. Este no es sólo un episodio sobre historia.

Es un viaje al alma de una época, al corazón de una contradicción sagrada, la de los hombres que buscaron la gloria de Dios a través de la Guerra Santa. Hoy, en este episodio, descubrirás por qué los templarios no fueron simplemente una orden militar, sino un mito viviente.

Mi nombre es José Ángel Martín y te doy la bienvenida a Noches Templarias.

Episodio 6. La fundación de la orden del temple.

En los pliegues más densos de la Edad Media, cuando la luz del saber apenas conseguía filtrarse entre los muros de piedras de abadías y fortalezas, y cuando la fe ardía con la intensidad de un fuego que lo consumía todo, nació una de las órdenes más fascinantes, polémicas y legendarias de todos los tiempos, la orden del temple.

No hablamos simplemente de un grupo de caballeros piadosos, no, hablamos de un símbolo, de un enigma que, aún hoy, siglos después de su dramática desaparición, sigue latiendo en las sombras de la historia.

Hombres envueltos en capas blancas, cruz roja sobre el pecho, espada al cinto y el corazón entregado a una causa que pretendía unir lo divino y lo terrenal.

Guerreros y monjes, soldados de Cristo, mártires según algunos, herejes según otros.

¿Y qué fueron en verdad? Ese es el misterio que aún nos hipnotiza.

Su historia comienza en un escenario estremecedor.

Tras la primera cruzada, los cristianos lograron conquistar Jerusalén en 1099.

El júbilo fue inmenso, pero también efímero.

Porque los caminos que llevaban al santo sepulcro, esos senderos que serpenteaban desde las costas del Mediterráneo hasta el corazón mismo de Tierra Santa, estaban infestados de peligros.

Bandidos, emboscadas, fanáticos.

Los peregrinos eran saqueados, secuestrados o asesinados sin misericordia.

Era tierra de nadie, tierra de muerte.

Fue en ese contexto, en medio del polvo y la sangre, cuando surgió un grupo de caballeros con una misión tan simple como grandiosa.

Proteger a los peregrinos.

Guiados por el noble Hugues de Pines, un señor feudal de la región de Champaña, junto a un puñado de hombres, algunos dicen nueve, otros afirman que eran treinta o incluso más, decidieron consagrar su vida a una doble empresa, la espiritual y la militar.

Una entrega total al servicio de Dios.