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El pasado lunes 28 de abril de 2025, España, Portugal, e incluso el sur de Francia, vivieron un...
El pasado lunes 28 de abril de 2025, España, Portugal, e incluso el sur de Francia, vivieron un apagón eléctrico masivo que dejó a millones de personas sin suministro durante horas. Ciudades enteras quedaron sin luz, sin internet, sin cajeros, sin forma de comunicarse… y con una pregunta en su mente: ¿qué está pasando?
Aunque aún no se conocen oficialmente las causas, y muchos temen que, como en ocasiones anteriores, nadie asumirá responsabilidades, esta noche no vamos a centrarnos en buscar culpables. Queremos ir más allá: debatir y reflexionar juntos sobre lo que este apagón revela. En particular, nuestra vulnerabilidad como sociedad moderna que, aunque está tecnológicamente avanzada, se está volviendo cada vez más dependiente y poco previsora.
Lo cierto es que este no es un caso aislado. En los últimos años, España y el mundo han vivido crisis muy graves: la pandemia de la COVID-19, el volcán de La Palma, la DANA de Valencia, son solo algunos de los casos más graves. Diferentes causas, sí, pero con un mismo resultado: nos hacen enfrentarnos de golpe a hechos repentinos ante los que no estamos suficientemente preparados.
Ahora bien, hoy no queremos hablar desde el miedo, sino desde la experiencia y la previsión. Queremos reflexionar sobre si desde vuestro punto de vista estamos lo suficientemente capacitados para afrontar acontecimientos inesperados; sobre quiénes se desenvuelven mejor, si los habitantes de las ciudades o los de los pequeños pueblos, si las generaciones mayores o las más jóvenes; sobre las cicatrices que todas estas crisis van dejando en nosotros, y también sobre qué podemos hacer desde ya, desde casa, como ciudadanos, para estar un poco mejor preparados.
Desde Europa se habla ya de los famosos kits de emergencia en los hogares. Las conversaciones entre ciudadanos en los últimos días han planteado, entre otras cosas, la importancia de tener dinero en efectivo, alguna bombona de butano o un hornillo de montaña, garrafas de agua, linternas o baterías de emergencia para respiradores en el caso de personas con patologías. Es más: se insiste en la necesidad de enseñar desde pequeños a los niños a saber reaccionar ante una emergencia.
Esta noche abrimos los micrófonos no solo para analizar lo que ha pasado, sino para aportar ideas constructivas, compartir experiencias reales y escuchar el testimonio y las recomendaciones de quienes alguna vez han sufrido una de estas situaciones en primera persona. Porque, en un mundo cada vez más incierto, quizá la mejor forma de afrontar lo que pueda venir sea estar informados, compartir ideas, y sobre todo, llegado el momento, saber cómo actuar.
¿Estamos demasiado confiados en la fiabilidad de las infraestructuras eléctricas actuales? ¿Es viable depender exclusivamente de sistemas digitales para tareas cotidianas como pagar, trabajar o comunicarse? ¿Deberíamos tener fuentes de energía alternativas a nivel doméstico o comunitario ¿Qué elementos mínimos debería tener un hogar para estar preparado ante una emergencia? ¿Cuántas personas saben usar un hornillo, o tienen una radio de pilas o un botiquín de primeros auxilios? ¿Enseñamos a nuestros hijos qué hacer en caso de un corte de luz o de comunicación? ¿Hemos olvidado habilidades básicas porque las hemos delegado completamente en la tecnología? ¿Puede una buena preparación individual o de comunidad marcar la diferencia? ¿Quién está mejor preparado ante un apagón: quienes viven en las ciudades o en los pueblos? ¿El medio rural conserva una cultura más autosuficiente que puede servir de ejemplo? ¿Las ciudades deberían crear planes de emergencia por barrios o comunidades? ¿Qué papel juegan las redes de apoyo vecinal o familiar en estas situaciones? ¿La población más frágil (mayores, personas dependientes, enfermos crónicos) está realmente protegida? ¿La falta de formación práctica en situaciones de emergencia debería corregirse desde la escuela? ¿Las generaciones más jóvenes están menos preparadas para afrontar imprevistos que las mayores? ¿Qué consecuencias económicas tiene un apagón de horas o días para los pequeños negocios, ¿Están preparados los ayuntamientos y servicios públicos para responder a apagones prolongados? ¿Nos fiamos demasiado del "todo funcionará siempre" en nuestro día a día? ¿Es este apagón un aviso de lo que puede venir en un futuro marcado por crisis energéticas? ¿Estamos entrando en una era de incertidumbre donde los eventos extremos serán más frecuentes? ¿Estamos preparados psicológicamente para asumir que lo inesperado ya no es tan improbable?