#16 🦇LA MALDICIÓN DE LOS VON CARSTEIN🦇 - Nieblas de Yvresse|Warhammer Fantasy [Sistema Black Sword Hack] 19541r

El sol de Ulthuan se alza sobre los acantilados de Ybres. Su luz se extiende dorada sobre sus bosques, esmeralda y esas aguas cristalinas que rodean la costa. Desde las altas torres de Tor Ybres, el horizonte se despliega en una danza de luz y brisa marina. El azul del cielo encontrándose con el vasto océano de la misma manera que la niebla se abraza los valles y colinas de esta tierra. La brisa, fresca y salada, acaricia las piedras antiguas de la ciudad, llevando consigo el aroma de pinos y de hierba húmeda. Todo este rinconcito, llamémoslo así, de Ulthuan, parece inmutable, como si la eternidad misma se hubiese detenido aquí para observar su propia hora.

Desde los balcones de mármol blanco, los estandartes de Ybres ondean con la insignia del halcón, reflejando la luz con destellos de azul y plata. Los guardianes plateados patrullan las murallas con la disciplina de siglos. Sus lanzas resplandecen capturando el sol en cada movimiento, mientras que en la distancia nos parece oír los susurros de los sabios de Hoedh, intercambiando palabras en voz baja en esas bibliotecas y en esas torres de estudio. El ritmo de la vida aquí es sereno, ordenado, como si la misma esencia de la isla respondiera a un antiguo equilibrio imposible de quebrantar.

En los patios de entrenamiento de Tor Ybres, el sonido de las espadas entrechocando resuena con una melodía de perfección marcial. Los jóvenes elfos practican su destreza con la hoja bajo la atenta mirada de instructores veteranos. Sus movimientos son ágiles y precisos, ejecutados con esa gracia innata que tiene esta raza. Más allá, en los bosques que rodean la ciudad, los exploradores se desplazan entre la maleza, tan sigilosos como las sombras al atardecer.

Mientras los vigías de las torres observan y escrutan la bruma en busca de cualquier señal de perturbación. Porque Ybres, el reino en el que nos encontramos, incluso en los días más brillantes, la niebla nunca se disipa del todo. Esta niebla, esta bruma, es un recordatorio constante de que la penumbra acecha incluso en la tierra de los elfos. De que las sombras pueden esconderse donde menos se espera.

Los vientos que susurran entre los árboles y las ruinas dispersas en el paisaje traen consigo historias olvidadas, ecos de tiempos en los que esta tierra no era más que un campo de batalla entre la luz y la oscuridad. Hay quienes creen que los espíritus de los caídos aún caminan entre la bruma, susurrando advertencias en idiomas ya perdidos. Y ahora algo en el aire cambia. Vemos elfos ataviados con ropas ligeras, quizá alguno de ellos con una armadura de cuero, ligera.

Son mensajeros de la corte del Zárion. Los vemos corriendo de aquí para allá con una urgencia inusual. Se oyen rumores de extrañas desapariciones. Algunos dicen que se han visto destellos entre los árboles, luces que no deberían estar allí. Otros hablan de una sombra que se desliza entre la niebla. A plena luz del día Ibrés sigue siendo una joya impoluta de Ulzuan. Pero cuando el sol comienza a descender y las primeras sombras se alargan sobre la tierra, uno no puede evitar preguntarse